Hoy está de moda desmitificar la realidad.  Superar el mito en busca de una respuesta más humana que no solo explique, sino que alivie la angustia del choque con la realidad. Hasta en las etiquetas de productos de limpieza nos hablan de salir del mito. Pero, a la vez, hay sectores de poder que influyen para ceder y admitir como válido lo clásicamente prohibido y repudiado por la sociedad, debido a los daños causados contra la naturaleza y contra el hombre.

Hoy vemos, por ejemplo, que se propone sin reparo ni descaro en el Mercosur, siguiendo la moda uruguaya, legalizar la producción, el comercio y el consumo de la marihuana y otras drogas.

En el fondo, para esta gente es necesario liberar al hombre posmoderno (o sea, nosotros) de la cárcel del racionalismo moderno, el cual, según ellos, nos tiene encerrados en las cuatro paredes de la realidad con el verdugo cruel de la razón. Para ello no es válido apelar al mito, como diría Tolkien, y demostrar así que no somos solo materia, sino espíritus encarnados. De eso ni hablar. Toda creencia en el más allá y en las verdades absolutas cae en el casillero de los mitos a ser superados. Pero, si la verdad y el destino del hombre no se pueden conjugar, ¿cómo superar entonces la angustia de la existencia? ¡Hay que deconstruir los valores en los que sustentamos nuestra sociedad! Se trata de derribar el sentido común y la ley moral natural que nos dictan en la conciencia lo que es objetivamente malo. Existen recetas heredadas de aquellos gurús de la revolución sexual y cultural del siglo XX que están siendo aplicadas por estos grupos de poder. Por ello se entiende esta fascinación que expresan por derribar las barreras mentales y actitudinales, y aceptar como válido todo lo que aliena y, en contrasentido total –ambivalente como todo lo posmoderno–, al mismo tiempo que nos empujan a superar el mito, nos proponen la alienación total.

¿Cómo puede ser la alienación la forma más realista del vivir la vida? Absurdo pero promovido. Liberación sexual total desde la infancia, hedonismo, cultura de la droga, todo viene en un paquete seductor en el que la alienación se convierte en un derecho. Derecho que incluso conlleva facilitar a otros la muerte por sentimientos de piedad.

La dimensión trascendente del hombre es borrada del mapa político y estratégico de los promotores de la alienación. Se impone la inmanencia o adhesión total a la única felicidad posible, según ellos: la del aquí y del ahora en esta tierra cien por ciento material.

No es necesario estudiar filosofía para darse cuenta de los agujeros negros, contradictorios y hasta perversos de esta postura que está detrás de la legalización de las drogas, de la eutanasia, del aborto, de la validación legal de toda práctica sexual, etcétera.

Es entendible que el mito cristiano sea el menos tolerado por esta oleada libertaria; sin embargo, quizás debiéramos replantearnos con urgencia su propuesta educativa para contrarrestar esta locura.